Blog

Frío en el Acatenango

Per aspera ad astra – Por lo dificil hacia los Astros

El lema que estaba repitiendo en mi cabeza el fin de semana cuando un grupo de amigos y yo fuimos a Guatemala a subir el volcán Acatenango. Sábado 07 de Enero del 2017, salimos a las 4a.m. hacia nuestro país vecino, emocionados por el día que teníamos por delante. Sin importar la circunstancia, es una prueba física y mental difícil por el rigor de caminar más de cinco horas en terreno difícil, cargando una mochila con un peso considerable. Usualmente después de cinco horas de caminata se llega a un punto adonde los viajeros pasan la noche en tiendas de campaña, para hacer cumbre en la madrugada del día siguiente, y ver el amanecer desde los casi cuatro mil metros de altura de ese gigante. Además desde el campamento se puede ver el volcán de fuego, vecino del Acate, haciendo erupciones ocasionales a lo largo de la noche.

¿Díganme si eso no suena como un paisaje digno de apreciarse por largo rato, y por el que vale la pena el esfuerzo del ascenso? Con esa actitud empezamos a subir, pero las cosas no fueron como esperábamos. Precisamente ese día entró un frente frío a Guatemala, pero no le dimos importancia a esto ya que estábamos advertidos que arriba del volcán hace frío siempre.

Empezamos a ascender aproximadamente a las dos de la tarde y el trayecto se miraba normal. Después de unos minutos caminando entramos en calor, los pesos de las mochilas se hicieron sentir, y la rigidez de la caminata igual. Caminamos por unas dos horas sin mayor eventualidad. Pasamos de la parte inicial del camino, adonde se pueden apreciar paisajes abiertos en campos de cultivos, a una sección del volcán que es boscosa y verde. El clima empezó a cambiar súbitamente. De un momento para otro estábamos debajo de una nube espesa, y sin darnos cuenta despedimos al sol por el resto de la estadía en el Acate. A pesar de estar lejos del punto donde íbamos a acampar, la temperatura ya era notablemente más baja, la gente estaba abrigada. Empezó a oscurecer, el viento se fue haciendo más notorio, y vino la lluvia. Pero estas cosas no cambiaron nada para nosotros, igual caminamos, y después seguimos caminando más. En la última porción del trayecto seguíamos avanzando en la oscuridad, acompañados del frío intenso, la lluvia, el viento, y la determinación para seguir.  

Finalmente llegamos al campamento alrededor de las ocho de la noche, después de casi seis horas de caminar, y la temperatura era similar a otros lugares en que he estado, supuestamente más fríos por naturaleza, pero que ese día particularmente el Acatenango igualaba con facilidad. He escuchado que  estábamos a -4 grados, pero lo que hacía todo más intenso era el viento que nos hacia mecernos estando de pie, y la lluvia helada que siempre estuvo presente. La sensación térmica era menor a -4 sin lugar a dudas.  Armamos nuestras tiendas de campaña en lo oscuro, después de tratar por un momento breve de calentarnos y tomar ánimos junto a una fogata que otro grupo ya había encendido antes que llegáramos. Dormir en ese lugar era otra prueba en sí, y conciliar el sueño fue difícil a pesar del cansancio acumulado. El frío se intensificó por nuestra falta de movimiento y el agua que se filtraba en las tiendas, pero así pasamos la noche. Al día siguiente decidimos no caminar el último tramo del volcán hacia la cumbre porque el viento y el frío seguían igual de complicados, y de igual manera no íbamos a poder apreciar ningún paisaje por la nube espesa que nos cubría. En vez de eso desarmamos las tiendas y empezamos el descenso.

Después de varias horas de caminata hacia abajo, llegamos a las faldas del volcán, cansados pero muy felices a pesar de todo. Cualquiera podría pensar que estábamos desilusionados por no haber visto ninguno de los paisajes que promete el volcán a cualquiera que se anime a subirlo. Sin embargo no fue así, estábamos encantados y satisfechos con la experiencia a pesar de todas las dificultades que se nos presentaron.

Unas horas después de haber descendido nos enteramos de las noticias que dejaron el clima y el volcán ese día en que estuvimos arriba. Tristemente perdieron la vida seis personas, por el frío mayoritariamente, y hubo muchos incidentes más. Fue bastante impactante saber que pasamos una noche en la boca del lobo, y sin ninguna exageración, eran circunstancias de alto riesgo. A pesar de eso, nuestro grupo nunca perdió la buena actitud y el compañerismo que es necesario para hacer esa caminata. Sencillamente estábamos felices por cada momento vivido arriba.

Al final nuestro viaje al Acatenango no fue lo que esperábamos pero no lo cambiaría por nada, al igual que el resto de los de mi grupo. Creo que por algo vivimos lo que vivimos en ese gigante, y la experiencia, en retrospectiva, no puede haber sido más especial. La montaña nos regaló una de las vivencias más valiosas que podríamos haber tenido porque nos enseñó acerca de actitud, hermandad, de nuestras potencialidades, y de nuestros límites, o más bien falta de ellos si nuestra mente y voluntad lo disponen.  Podría parecer loco pero todos queremos volver y subir otra vez el volcán esperando esa vez presenciar el amanecer desde arriba de las nubes. Como una amiga dijo por ahí, ¡A por más cumbres se ha dicho! 

Durante el trayecto tomé fotos hasta que la noche y lluvia me lo permitieron, y las quiero compartir con ustedes. Mi cámara dejó de funcionar en la mañana del segundo día por toda la lluvia y frío a la que estuvo expuesta, y las últimas fotos que pude tomar están borrosas por el agua condensada en el interior del lente, pero igual no me arrepiento, ella también estuvo a prueba junto con nosotros :)